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sábado, 14 de marzo de 2020

Au dessus de la melée

Estos días, teñidos de dramáticas circunstancias por el dichoso virus, me han tenido primero jurando en hebreo durante horas indecibles y con un agujero en el estómago por los proyectos personales y profesionales que he tenido que parar.
Pasado día y medio, y contemplando la situación desde fuera y con una perspectiva más global, templada y reflexiva, me he dado cuenta de lo catastrofistas que somos a veces. Y de que, hay determinadas situaciones en la vida que requieren de nosotros una altura de pensamiento, actitud y determinación necesarias, que sí, que hay que apechugar, dejar de pensar en nosotros (nuestros deseos, planes y libertades individuales) y pensar en el conjunto, en la sociedad a la que pertenecemos, en las personas que nos rodean. La SOCIEDAD, ese ente a veces tan abstracto que nos impide ver que somos muchos, muchísimos, que somos iguales, seres humanos conviviendo día a día, cada uno con sus pasados, miedos, particularidades, entornos y expectativas.

Fotografía de Mara Carver, Donde planean los pájaros.

Me he acordado entonces del libro de Jorge Guillén, A la altura de las circunstancias, un libro de compromiso, que resalta que más vale estar a la altura de las circunstancias que escurrir el bulto, sobrevivir y revivir por encima de ignorar y de no conocer. Es más difícil estar a la altura de las circunstancias que au dessus de la melée, frase de Antonio Machado que Guillén toma por bandera en este libro para enfrentarse al mundo con afán de superación. Superación humana de la adversidad patente, como explica el propio Guillén:
"Hay que estar a la altura de las circunstancias. No es posible abandonarse al apocalipsis, a una final anulación. La vida, la continuidad de la vida tienen que afirmarse a través de todas estas experiencias y dificultades. Por eso, aquí en este libro, se presenta más bien la condición general del hombre, porque la realización del hombre es la meta a la que todos nuestros esfuerzos deben tender. Nosotros no somos más que una tentativa hacia una plenitud propiamente humana".

Veo muy del ahora que vivimos y me gusta especialmente una carta que le envía Pedro Salinas a Jorge Guillén durante la Guerra Civil (a través de su mujer Germaine Cahen, por precaución) en la que hace de la amistad su leitmotiv y le cuenta lo duro que están siendo para él las circunstancias:

"Yo vivo como en una pesadilla. Me duele todo lo de España, lo nacional, lo general, lo primero. ¡Pero cuánto me tortura la idea del grupo de amigos, deshecho, Dios sabe para cuándo! Este verano, una tarde, en la Magdalena, sentado con Margarita en el prado, una de esas tardes estupendas de allí, tuve una sensación que no olvidaré nunca: la despedida. Me di cuenta de que estábamos despidiéndonos de algo, de muchas cosas, de una vida que ya no podría volver. Ni el país, ni Madrid, ni la gente, volverán a ser los mismos. Nuestra vida, fatalmente está escindida en dos pedazos: el de ayer sabemos cómo fue, y del de mañana no sabemos nada. Pero por eso mismo yo me aferro a lo único que no puede naufragar jamás: a los seres queridos siempre y para siempre."


Fotografía de Alex Llovet, La velocidad de escape.