sábado, 20 de octubre de 2018

Ese Bukowski


Mi niño fuera,
mi niña dentro.







Los tres en la arena
embriagados por el sol de otoño,
comiendo melocotón en pedazos
de alegría y brisa costera.

























Esta tarde me doy un baño
en la gran bañera. Agotada estoy
de tanta risa, paz
y amor de niño,
y me ausento.
Leo poesía en la bañera,
como siempre.
Qué mejor que la desnudez
para recibir los versos.













Agua, poesía y la persistente gota del grifo 
con el ajetreo casero en segundo plano, más
allá de la puerta y la ropa
desperdigada en el umbral.
Leo a Charles Bukowski.
Siempre con escepticismo,
pues me abruma y a veces desagrada.


Nunca indiferente.

Hoy me gusta.
Me gusta mucho, yo misma me sorprendo.

Leo su poema Sirena y 59 centavos la libra
y veo lo más humano del Bukowski excesivo.
El agua del baño sigue demasiado caliente.
Me siento en una sauna
con los poros abiertos y
 los versos de Bukowski poseyéndome.









Cierro el libro y me sumerjo en la lava.
Salgo con la tensión por los suelos. Débil pero hermosa,
como su sirena del poema.