Mi
niño fuera,
mi
niña dentro.
Los
tres en la arena
embriagados
por el sol de otoño,
comiendo
melocotón en pedazos
de
alegría y brisa costera.
Esta tarde me doy un baño
en
la gran bañera. Agotada estoy
de
tanta risa, paz
y
amor de niño,
y
me ausento.
Leo
poesía en la bañera,
como
siempre.
Qué
mejor que la desnudez
para
recibir los versos.
Agua, poesía y la persistente gota del grifo
con
el ajetreo casero en segundo plano, más
allá
de la puerta y la ropa
desperdigada
en el umbral.
Leo
a Charles Bukowski.
Siempre
con escepticismo,
pues me abruma y a veces desagrada.
pues me abruma y a veces desagrada.
Nunca
indiferente.
Hoy
me gusta.
Me
gusta mucho, yo misma me sorprendo.
Leo su poema Sirena
y 59 centavos la libra
y
veo lo más humano del Bukowski excesivo.
El
agua del baño sigue demasiado caliente.
Me
siento en una sauna
con
los poros abiertos y
los versos de Bukowski poseyéndome.
Salgo
con la tensión por los suelos. Débil pero hermosa,
como
su sirena del poema.
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