Amanece en las calles.
El viento de esta noche ha menguado.
Respiración suave a mi lado.
Son las 6.08, me levanto.
Dice el dicho A quien
madruga, Dios le ayuda. No sé
si vendrá a ayudarme, sería
un honor tener divino cómplice.
Soy ave nocturna, siempre
lo he sido.
Pero desde que soy madre, madrugo.
_curiosamente
de parecida raíz, sustantivo y verbo.
Y siento los días más largos y provechosos.
Y me sabe mejor el
café de las 7 que el de las 12.
Y escucho los primeros pájaros.
Y en la radio cuentan noticias y no
recetas de
cocina o protocolo en el vestir.
Desde que soy madre, madrugo.
Y les observo en la quietud de la penumbra,
y doy gracias.
Y salgo a la terraza a mirar el despertar de la ciudad.
Y el cielo tiene esa claridad maravillosa del alba
_como
tardes un poco, esa luz se desvanece,
casi imperceptible.
Y aún no golpea el sol en los geranios, así
que lleno la gran regadera verde y
disfruto del placer inexplicable de regarlos,
mojando sus hojas de aura y lluvia.
Desde que soy madre, madrugo.
Y cuando no lo hago,
las sábanas apresan y se pegan mejor al cuerpo,
sabiendo.