Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Con esta cita de Pablo Neruda que
siempre me ha encantado por lo mucho que dice con pocas palabras, me gustaría
hoy dedicar mi entrada a lo que más amo, a lo que más me emociona, a lo que me
remueve por dentro si no lo hago, a lo que me fascina y me agita cuando sí:
VIAJAR.
Llevamos ahora semanas decidiendo nuestro próximo destino. Es de
los momentos más intrigantes, ya que de todo el mapa global, nos tenemos que
decidir por un país, una zona, una aventura. ¿Qué nos apetece? ¿Qué zona no
hemos explorado aún? Es una tarea compleja, sobre todo, cuando a uno el mundo
entero le atrae. Me podría ir a cualquier lugar, cualquier punto terráqueo me
apetece.
Puedo
asegurar que antes de un viaje, se apodera de nosotros una especie de estado
febril. Hablo de nosotros porque los viajeros somos como un gremio, una
tribu, un clan de yonkis adorando este vicio incansable. Nos tiramos el
año trabajando y dinero ahorrando, empapándonos de libros, foros y
recomendaciones, tantas ansiedades y nervios, tantas ilusiones y sueños....
Tantas
expectativas......
Tanta
curiosidad......
Y
(CASI) SIEMPRE TODO SUPERA CON CRECES LO IMAGINADO.
Es
increíble cómo una persona cambia de piel y de alma cuando se convierte en
viajera. Cómo se transforma, cómo lo que ayer parecía importante hoy es
totalmente irrelevante. Cómo poco a poco la libertad se cierne sobre nosotros y
la abrazamos ligeramente desconfiados porque nunca la hemos llegado a conocer
del todo y no estamos seguros de que sea ella.
Cuando
viajé 5 meses por Latinoamérica, en un viaje tan largo, percibí que la persona
que era los primeros días de viaje se perfila sólo de reojo en la que me
convertí la décima semana. Cómo se relaja el cuerpo, cómo se agudiza la vista,
cómo cosquillea el corazón. Nos volvemos vulnerables a cualquier mirada,
palabra o gesto. La menor situación nos causa regocijo, los ojos no descansan
paseándose de escena o paisaje sorprendente a otra/o…. cada montaña o volcán,
cada océano o lago, cada amanecer….. cada día es una aventura y un placer
indescriptible.
Una
noche en México miramos al cielo y descubrimos que la luna en esa parte de la
Tierra es diferente, es achatada. Y quizá su color sea más marfil. Aquella
noche nos dimos cuenta de que no sólo la luna sería diferente en aquellos
países. La mirada de la gente, el color del mar, el grosor de los árboles, el
caos de las ciudades, la tranquilidad de los lugareños, la inocencia perdida de
los niños, la quietud majestuosa de los volcanes, lo impenetrable de los
bosques, la belleza que irradia cada trozo de tierra y cielo!
A
veces nos sentábamos en una plaza o en un lugar perdido y observábamos en
silencio con las manos entrelazadas, viendo el mundo al desnudo, sintiendo toda
su fuerza.
No
sirven las palabras. Son vivencias que se pegan al alma.
Nos
agitan y conmueven. Vivencias que embellecen, que abruman.
Desde
el primer día del viaje uno se convierte en nómada, un espíritu que crece cada
minuto y contagia a cada punta de su cuerpo. Sé que este ansia por conocer
nuevos mundos y culturas no se irá a dormir nunca.
A mí
al menos ya me ha corrompido.