Me paso el año leyendo novedades, poemas y libros que caen en mis manos, me recomiendan o que descubro yo misma en las peligrosas librerías (peligrosas para el bolsillo, maldigo) y siempre me ocurre que los últimos días del año me da por releer poetas y escritores que me acompañan desde el principio de los tiempos.
Este diciembre no he podido separarme de Whitman, quizá haya sido por mi estado emocional y las circunstancias angustiosas que me han acompañado este mes frío, pero siempre vuelvo al Canto a mí mismo que tanto me gusta. Leerlo es como pisar la hierba fresca en un campo verde improvisadamente (esas veces que uno va en coche, ve una pradera verde y seductora y no puede evitar parar...) o como volver a mi casa en Vitoria y refugiarme del mundo bajo la manta.
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron
aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
...
Me gusta sentir el empuje amoroso de las raíces
al través de la tierra,
el latido de mi corazón,
la sangre que inunda mis pulmones,
el aire puro que los orea
en inspiraciones y espiraciones amplias.
Me gusta olfatear las hojas verdes
y las hojas secas,
las rocas negruzcas de la playa
y el heno que se apila en los pajares.
Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando palabras
que se pierden en los remolinos del viento.
Me gusta besar,
abrazar
y alcanzar el corazón de todos los hombres con mis brazos.
FELIZ AÑO, AMIGOS.
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