miércoles, 3 de julio de 2013

Andábamos sin buscarnos...

No voy a contaros lo avergonzada que me siento habiendo descuidado a este mi blog, que con tanto entusiasmo tetrasílabo comencé hace unos meses. Por lo que me centraré en el motivo que me ha impulsado a venir hoy a casa corriendo con una idea en la cabeza. Se acaban de cumplir los 50 años de RAYUELA, esa novela talismán, la gran novela de Julio Cortázar que tanto nos ha impactado y cuya aparición supuso una revolución literaria.

Me acuerdo de que la leí con mis 18 añitos, recién llegada a Madrid, con el corazón henchido de la exaltación de salir de casa y  la incertidumbre de qué me iba a mostrar el mundo y la vida a partir de ese momento.Me quedé embelesada con la curiosa manera en que Oliveira la llamaba a ella, la Maga. Me pareció el colmo del magnetismo, de la fascinación, del embrujo que yo creía percibir como cercano al amor. Que te llamen la Maga,..., digamos que lo vislumbraba como una fantasía, un sentimiento excesivo que se presumía irreal.

Hoy leyendo el periódico y dándome cuenta de que ya han pasado tantos años, me he acordado cómo una tarde de verano, allá por 1998, por el Templo de Debod en Madrid, paseaba yo con un chico de clase que me gustaba y que se acercó todo nervioso y me entregó un pergamino enrollado en el que había escrito:


"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.


Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra."



Fue realmente tierno leer esas palabras, esa última frase destacada para mí, cuya lectura culminó en un bonito beso. Aquellas tardes sin prisas, de ilusión joven y brisa cálida que nos abrazaba. Poco después, me llamaba Maga, y paradójicamente, yo me asusté tanto que acabé desapareciendo...




3 comentarios:

  1. Sin duda ese libro es más una aventura que un pasatiempo, cuando comencé a leerlo casi no podía creer que la lectura pudiese llenar de tal modo mi cabeza. Absorto en la ideas que me inculcaba, como un adicto poseso leía a veces pasando por alto palabras, así de acelerado iba en busca de los posibles (que no reales) secretos que escondía. Rayuela marca una edad y ahora me veo incapaz de leerlo, pero como a ti, estoy seguro que mi vida ahora no sería la misma sin su existencia. Ya no recuerdo por mi inexacta e ineficaz memoria pero estoy seguro que en alguna ocasión simulé estar poseído por uno de sus personajes y si no es así, me emborrache con tequila.
    Un saludo de tu cuñado Carlos.

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    1. EStoy de acuerdo en que todo él es una aventura, y sobre todo, un juego. Pero precisamente las palabras que lo componen esconden su intríngulis, hay capítulos con lenguaje inventado, con palabras desconocidas que asombran y hacen partícipe al lector de todo ese contexto mágico... no sé. De todos modos, llevo muchísimos años sin releerlo, pero cuando hojeo fragmentos es como si una nueva novela se abriera ante mis ojos. Es, desde luego, sorprendente.
      Gracias por escribir, querido Carlos. A ver cuándo compartimos un buen tequila juntos...con la Maga o sin ella...

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